DIOS ESTÁ MUERTO.
Desde
que el hombre primitivo era una especie en peligro de extinción, ya tenía una
conexión con lo sagrado; enterraba a los muertos malos, y a los buenos, entre
buscar comida y no ser comido, hallaba tiempo para
quitarles el cráneo y pintarlo de rojo para “mantener su espíritu entre la
tribu”. No es algo nuevo el que la conexión con lo divino ha podido llegar a
ser considerada algo vital en el ser humano, tanto como el hambre o el sueño.
Todo
esto fue así hasta que llegó el cristianismo, que a esta conexión le dio el
nombre de la Divina Trinidad y además le dio el poder de “la verdad”.
«Yo soy el camino, la verdad, y la vida».
(Juan 14:6)
Existe
la profunda y atractiva noción de que todo lo que conocemos no es más que algo
hecho por un Dios. Sin embargo, esta idea a mi parecer es opacada por otra incluso
mejor, que dice que el hombre no fue hecho por Dios, sino que Dios fue hecho
por el hombre.
En
1882, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, en su obra La gaya ciencia escribió:
«Dios ha muerto. Dios
sigue muerto y nosotros lo hemos matado».
Desde
luego que Nietzsche lo dijo de una forma metafórica. En mi opinión, Nietzsche
nos trataba de decir que, como fuimos nosotros los humanos los que inventamos el método
científico, el cual resultó más efectivo que la fe para averiguar la verdad, por ende ya no necesitábamos suponer que cualquier cosa fuera de nuestro
entendimiento era creación de algún dios, o bien, algo sobrenatural. Aunque
bueno, al decir que es más efectivo para saber la verdad, me refiero sólo a la
verdad objetiva y reproducible en el mundo físico, y no para las verdades
metafóricas o metafísicas de la experiencia subjetiva, pues las metáforas no
existen en el mundo físico; son sólo palabras, nacieron con nosotros como mitos
y supersticiones de una historia más antigua que el lenguaje.
Y
si bien, hay mucha gente que trata de relacionar la religión con la ciencia, no
están más que lejos de la realidad.
La
religión observa algo que ocurre de forma desconocida, inventa una explicación
de la nada y busca pruebas de literalmente cualquier tipo para comprobar la
invención. Esto ha sucedido a lo largo de la historia con un montón de cosas, por ejemplo la lluvia; y bueno, todos ahora conocemos el ciclo del agua y ya nadie cree en Tláloc, ¿no
es así?
Con
esto no trato de decir que la ciencia se estudia con el afán de contradecir a
la Biblia o de eliminar a Dios como el causante de los sucesos naturales;
fueron de hecho los cristianos más curiosos los inventores del método
científico. Las ciencias buscan el entender la realidad y armar modelos
predictivos en base a eso.
Se
observa algo que ocurre deforma desconocida, se razona, se elaboran varias
teorías que pueden ser causa y ninguna de ellas será cierta hasta que no se
demuestre con pruebas cuál podría ser la más acertada, e incluso: cuando se
expone una teoría como “acertada”, esta nunca
será definitiva y estará en constante cambio, en caso de aparecer nuevas
pruebas que demuestren algo distinto. Cuando la ciencia no sabe algo, no lo
inventa, simplemente espera a tener los recursos y la experiencia para saber la
razón real.
«[…] Bienaventurados
los que no vieron, y creyeron».
(Juan 20:29)
Si
pensamos fríamente esta afirmación, es el plan perfecto para cubrir un engaño.
Yo al leer esto por primera vez, puedo interpretar esto como si dijera "Yo existo, y la forma
en que voy a mostrarte que existo es al no mostrarte que existo". Para cada
otro objeto en el universo, la forma en que sabemos que este existe es porque
el objeto nos da evidencia de su existencia. Si no hay evidencia de la
existencia de un objeto, lo llamamos imaginario (por ejemplo, el ratón de los dientes).
Pero con Dios, la falta de evidencia, irónicamente se convierte en evidencia.
Bastante inteligente, pero obviamente un engaño.
Con
lo anterior dicho no trato de decirle a la gente en qué creer, pero en lo a que mi concierne,
creer en algo cuando no hay evidencia es un error. La religión trata con la
historia, con la poesía, con literatura, con lo ético, con lo moral, y yo a todo
esto lo apoyo de todo corazón; no obstante, discrepo cuando la religión pretende
saber algo respecto a la ciencia.
La
biblia, por ejemplo, fue adquirida por los judíos de los babilonios durante el
cautiverio babilónico en 600 a.C., y es imposible negar que la ciencia ha
mejorado desde entonces. Gran parte de los protestantes ven la idea de que el
humano evolucionó de otras especies, de que la Tierra tiene 4.6 mil millones de
años, del Big Bang ¡y no tienen problema con ello! El problema son las personas
que consideran a la biblia como algo literal y creen que esta fue dictada por
el “creador del universo” a través de un taquígrafo, cuando no son más que
alegorías metafóricas.
Hablando
del universo: si la visión general de una gran explosión, seguido de un
universo que se expandió es correcta, ¿qué pasó antes de eso?
«Para muchas culturas, la respuesta
usual es que uno o varios dioses crearon el universo de la nada. Pero si
buscamos la respuesta con valor, entonces emerge otra pregunta ¿de dónde vino
Dios? Si decidimos que esa pregunta es imposible de responder ¿por qué también
no podemos concluir que el origen del universo es algo imposible de responder? O
en todo caso, si respondemos que Dios ha existido siempre ¿por qué no podemos concluir
también que el universo ha existido desde siempre, y que no es necesaria una creación
como tal?».
-Carl Sagan (Cosmos:
A Personal Voyage, 1980)
Antes
no había química, había puro helio; pero todo el helio se agrupó en grandes
masas que eventualmente comenzaron a hacer fusión y en el centro de las
estrellas se cocinaron todos los elementos químicos que generaron la química, es
una premisa muy básica. Si la mayoría entendiera que somos producto del azar de
millones y millones de años, para que al final estemos en este momento, yo
escribiendo esto y usted leyéndolo, se daría cuenta de lo maravilloso que es
ese azar y tendría otra perspectiva de la existencia. A mi parecer, es evidente
que no estamos aquí porque “Dios lo quiso así”, sino porque pasaron muchas
cosas antes que dieron lugar a nuestra existencia.